jueves, 14 de septiembre de 2017

Bienvenido Bruno

Hace un mes y medio que nació mi hijo Bruno, exactamente el 24 de julio de 2017 a las 19.12h en el hospital San Agustín de Avilés mi vida dio un cambio radical para siempre.

He tardado mucho tiempo en escribir este post porque (se que las que sois mamás me creeréis), hasta el día de hoy no he tenido un momento de soledad y concentración para colocarme delante del ordenador. Ahora es cuando me siento preparada para explicar toda mi experiencia sobre el parto y sobre el primer mes de vida de mi hijo, allá voy:

Todo comenzó cuando un par de días antes de que naciera Bruno, estaba cenando con unas amigas y empecé a notar contracciones, me fui a casa y esa noche durmiendo sentí tanto dolor que, entre la incertidumbre y los nervios, avisé a Andrés y nos fuimos al hospital donde ya me quedé ingresada.

Pasaron dos días hasta que la noche del 23 los dolores fueron tan intensos que me hicieron llorar, no aguantaba más, tenía miedo, mucho miedo y pude confirmar que las contracciones son muy dolorosas... por eso cuando me ofrecieron la epidural no lo dudé ni un segundo, todo lo que pudiera aliviar mi dolor era bienvenido.

Al día siguiente por la mañana cuando fui a monitores había dilatado cuatro centímetros y ya me llevaron al paritorio ¡el parto iba a empezar! el dolor era cada vez más fuerte, los nervios estaban a flor de piel, mi hermana acababa de aterrizar en Asturias y toda nuestra familia estaba en la sala de espera. Cuando a las 13.00h me pusieron la epidural di gracias a Dios, el dolor empezó a desaparecer y me sentí en una nube.

Andrés, que estuvo a mi lado en todo momento, aguardó el paso de las horas enseñándome vídeos en el teléfono para distraernos, hablamos, nos reímos, nos hicimos fotos y a las 17.00h llegó la matrona, Olga, una gran profesional y persona encantadora, yo ya había dilatado diez centímetros así que, entre todos ¡empezamos a trabajar! después de dos horas empujando, a las 19.00h  llegaba al mundo Bruno Rodríguez Fernández, fuerte y sano como un roble, con 3.125kg y 50cm. En cuanto le vi me enamoré, fue un flechazo a primera vista PARA SIEMPRE y si hay algo que jamás olvidaré, fue el momento del piel con piel, sentí a mi bebé como una estufa ardiendo en mi pecho, llorando sin parar y yo haciéndome a la idea de que tenía encima a mi hijo, miré a Andrés, que también lloraba de emoción, después de haber vivido el momento más impactante de su vida. 

Algo que jamás olvidaremos:



A día de hoy, todavía me emociono al recordar ese momento. Llegó Bruno y con él la revolución, nunca me imaginé que un ser tan pequeño pudiera generar tal conmoción de amor en una familia entera. Mi pequeño príncipe vino al mundo para llenarnos de felicidad:








Después de cinco días en el hospital, nos fuimos a casa y, al llegar, fuimos conscientes de que nunca más seríamos dos. Pasé una semana en casa, recuperándome, recibiendo visitas y conociendo poco a poco a mi hijo. Reconozco que fue una semana dura y admito que las visitas agobian, pero hay que entender que todo el mundo quiere conocer al bebé, saber cómo están los papis y traer regalos y buenos deseos:


Pasó la primera semana y Bruno y yo empezamos a salir a pasear. Yo tuve la gran suerte de contar con la ayuda de mi abuela y mis padres, al estar de vacaciones todo el mes de agosto, por lo que no tuve que preocuparme de hacer la comida ni de llevar la casa, así que bendita ayuda...  Andrés en agosto es cuando más trabajo tiene, por lo que, apenas pudimos estar juntos los tres, hasta ahora que es cuando realmente empezamos a disfrutar de lo que hemos formado, una familia de 3 + 2 (Bimba y Jacky). Nuestra gata y el loro han aceptado genial a Bruno, Jacky le habla y le llama por el nombre, incluso imita los sonidos de las nanas que le canto para dormir y Bimba le mira fijamente y le protege, ya lo hacía cuando estaba en la barriga.


Siempre tuve muy claro que le daría el pecho a mi hijo y sí, la lactancia es dura y cuesta acostumbrarse,  pero merece la pena.  A día de hoy, Bruno es un niño precioso, moreno de piel y de pelo, con los ojos marrones y clavadito a su padre, además es muy bueno y risueño, cada vez que me mira y sonríe me derrito. Sigue tomando el pecho y crece cada día.


Definitivamente Bruno ha sido el regalo más grande que me ha hecho la vida.